domingo, 27 de noviembre de 2011

Composición cansada

Cansancio. Músculos que se contraen sin fuerza ya. Pensamientos difusos, sin definir. Una luz que se va apagando lentamente al fondo de un oscuro túnel. Un dique incapaz de contener las aguas de un ancho río que fluye constante. Un continuo éxodo de emociones en forma de cascada por las mejillas. Ojos que buscan desesperados un lugar apartado donde descansar. Corazón desesperado en busca de aliento.
En otro mundo, en otra realidad, una mano fría sostiene una pluma. Detiene el plumín sobre el papel. Piensa. Escribe una novela sin fin ni argumento. Personajes cuyas vidas se cruzan en un vertiginoso instante, en solo un segundo que puede durar una eternidad. Y la pluma sigue deslizándose, diluyendo y dispersando la tinta. Una gota de tinta sobre demasiado papel. Cansancio.
Al otro lado del mundo, más allá de los mares, una voz grita. Grita. Grita. No hay respuesta. No se puede predicar en los desiertos ni pedir auxilio en medio del océano. Poco a poco se apaga la voz. Poco a poca todo vuelve a la normalidad, al silencio que nunca debió romperse. No se puede luchar eternamente contra el océano. La voluntad no puede doblegar su fuerza. La esperanza se pierde antes incluso haberla ganado.
Cansancio. Colores que se derriten. Colores que se deslizan sobre el paisaje incoloro de una ciudad perdida en medio de la selva, nostálgica. Cuerpos sin vida que se deslizan por las calles empedradas, por las plazas vacías de risas infantiles. Almas que han abandonado la tierra de los hombres en busca de reposo. Cansancio.
Cansancio. Una fuente obligada a verter sus aguas sin descanso. Un continuo discurrir de agua fresca y sangre tan ardiente como el sol de mediodía. Cadencia lenta de pasos en el pasillo. Renqueo en la escalera. Torres que ya no aguantan el paso del tiempo, no resisten los envites de los vientos, ni quieren arrojar más sombra sobre las viejas plazas. Estatuas de piedra. Vestidos de mármol que nadie se atreve a vestir.
Desde la lejanía llegan redobles de tambor. Una mano blanca y otra negra golpean sin cesar instrumentos que anuncian finales. Rumores. A lo lejos resuena el batir de unas alas. Baten despacio el aire. Un ave se eleva con dificultad. No quiere. No puede. Cansancio.
Torsos desnudos reptan en la oscuridad. Serpientes heridas que sufren con cada nuevo movimiento. Buitres que acechan. Esperanza de un festín seguro en medio de la nada, en medio de los desiertos del alma. Festín de huesos desgastados. Festín de órganos secos, magullados, desangrados.
Cansancio. Tierra seca. Campos abandonados. Tierra sin brazos, dejada para siempre atrás. Tierra que añora a sus hijos. Hijos sin pan con que alimentarse y lágrimas de dolor de madres sin hijos. Mujeres secas. Mujeres hechas de una tierra inculta que se abre bajo los pies. Cansancio.
Cansancio. Palabras lentas. Ecos. Sonidos a duras penas audibles desde esta orilla. Letras cansadas de existir. Letras cansadas de ir a la escuela, y escuelas vacías de voluntad, de deseo, de futuro. Escuelas llenas de alumnos sordos y profesores mudos. Escuelas llenas de nada. Muros cansados que impiden entrar la luz de un sol que se pone. Sol de la tarde. Sol frío, muerto, pesado.
Y los caballos no corren. Y sus trotes no alegran ya las llanuras y praderas. Silencio en los cielos. Silencio en las habitaciones del mundo. Creación silenciosa sobre el papel rasgado por la pluma que todo o escribe, que todo lo hace posible. Puntos cardinales que no se tocan jamás. Estrellas que no guían. Luces de un alba a la que da pereza despertar. Cansancio.
Cansancio. Abre los ojos, por favor. Deja oír tu voz una vez más. No mueras. No desistas. Lucha, por favor. No dejes que se extinga la luz. Un último esfuerzo. Un último suspiro. No te vayas aún, tan pronto. No te calles, no llores, no te arrastres, no te pierdas, no te abandones, no me abandones…abre los ojos, por favor…cansancio.

sábado, 19 de noviembre de 2011

El payaso Taso

El payaso Taso es amigo de los niños. Eso lo sabe todo aquel haya oído hablar de él alguna vez o lo haya visto. A decir verdad, el payaso Taso es amigo de todo el mundo; tanto de niños como de adultos.
El payaso Taso es un personaje querido por todos: grandes y pequeños, niños y niñas, ancianos y ancianas… incluso por esas señoras que no devuelven la pelota a los chicos cuando, en un momento de euforia y por descuido, el infantil objeto de entretenimiento alcanza un patio o un balcón Incluso esas señoras que parecen tener el alma más seca y arrugada que la piel, dejan caer alguna lágrima de alegría o tristeza al ver actuar al payaso Taso.
¡Imaginaos el cuadro cuando el cómico hace su aparición! Sale al improvisado escenario con su largo gorro picudo y su traje bombacho. Alrededor del cuello, unos volantes antaño blancos parecen resaltar su rostro pintado. En sus ojos lleva dos rombos, uno azul y otro verde, como los colores de la naturaleza, a la que ama tanto como a su público. Un enorme óvalo rojo circunda su boca y, cuando ríe, es como si su sonrisa envolviera toda su cabeza. La nariz es redonda y amarilla, a juego con el color de su holgado vestido. Dicen que el amarillo trae mala suerte sobre el escenario, pero eso no preocupa al payaso Taso, quien afirma una y otra vez que sólo de nuestro carácter depende nuestro porvenir.
No obstante, es muy supersticioso a la hora de calzar, por lo que siempre viste sus enormes zapatones de más de un metro, esos que un día lucieran lustrosos un bello color blanco, y que hoy no son más que un puñado de remiendos mal hechos. Pues de esta guisa se presenta siempre nuestro artista y, llueva o nieve, lleva a cabo su hermoso espectáculo.
Y os puedo asegurar que su espectáculo es poco convencional, ya que el payaso Taso no emite ni un solo sonido, y su actuación se basa en su expresión, en los movimientos de su cuerpo, elegidos cuidadosamente uno a uno para despertar las emociones dormidas de quien, normalmente, no tiene tiempo para el arte ni para los sentimientos.
Ahora corre hacia aquí… ahora corre hacia allá… aquí salta y allá hace una pirueta con cara de preocupación, pues es grave que caiga alguna de las bolas con las que hace malabares. ¡Ay, qué gran artista es el payaso Taso!
No hay nadie en este mundo, por grande o chico que sea, que no haya visto algún viaje al interior del corazón con el payaso. ¡Míralo, míralo!... jajaja… ¡cómo corre de un lado a otro, ora saltando y riendo como un loco, ora danzando tristemente al tiempo que llora como una de esas magdalenas tan esponjosas! ¡Ay, qué gran artista es el payaso Taso!
Míralo ahí, quieto, bien firme para su próximo truco. Ahora salta y se agacha. ¡Ha sacado una paloma de sus bombachos pantalones! El público ríe, aplaude alegre. Todos olvidan las penas con el payaso Taso. ¡Míralo ahora!... jajaja… ¡se ha caído y se levanta de un salto para llegar a las estrellas!... jajaja… ¡sube al monociclo! ¡Ay, qué gran artista es el payaso Taso! ¡Míralo otra vez!... jajaja…
La tarde cae. El espectáculo ha terminado y los niños vuelven a casa pues mañana los espera una larga jornada de colegio. Volverán a los números, a las letras, a repasar la historia de los grandes hombres del pasado; pero jamás olvidarán esta tarde con el payaso Taso. También los adultos se recogen. Al día siguiente deben cumplir con el jefe. Ellos tienen responsabilidades.
El payaso Taso también vuelve a casa. Él no tiene nada que ver con letras ni números, ni con las historias de grandes hombres del pasado. Y en la soledad de su mísera habitación, despreciado por hombres serios que lo usan como ejemplo para niños que no quieren ir a la escuela, el payaso Taso… bueno, el hombre, sin su ridículo maquillaje ni sus enormes zapatones, sin su bombacho traje ni fuerzas para seguir saltando, Ramón Torcuato, el desconocido para todos, se prepara para afrontar la mayor de las responsabilidades: alegrar el corazón de grandes y pequeños, y recordar, a través de las emociones que provocan risas y lágrimas, que somos, por encima de todo, seres humanos.
¡Un aplauso para el payaso Taso! Y una sonrisa de agradecimiento para Ramón Torcuato.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Noticia para el Día de Difuntos

Hola a todos:
Como sabéis, ya ha pasado la Noche de los Santos y los Difuntos, que viene celebrándose como Halloween en buena parte del mundo.
Estas noches son, como también sabéis, algo más que especiales. Hay quien las califica de mágicas, aunque con un tinte mucho más tétrico, mucho más macabro.
Existen numerosas historias que narran espeluznantes hechos acaecidos entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre. Historias que helarían la sangre de cualquiera, incluso de los más valientes.
Son historias que, ciertamente, inquietan, aterran y causan curiosidad a partes iguales. Las hay en todos los países y en todas las épocas. Son historias que enfrentan al ser humano con sus mayores temores, con su pasado, con su futuro… Historias propias de una noche en la que las ánimas de quienes nos dejan, cobran forma y nos traen mensajes de un mundo que nos aguarda irremediablemente. Italia no es una salvedad.
El otro día, mientras leía los periódicos, me topé con asombro con esta historia que he decidido traduciros para que podáis conocer los terroríficos hechos que tuvieron lugar en la ciudad de Roma. No pretendo alarmar a nadie. Mi única intención es reproducir la verdad; y sea de ello lo que quiera, ahí va, como el caballo de copas…

 
Roma, 2/11/2011
Mario Scupolli, Corriere della Sera.
¿Y CÓMO ESTÁ LA FAMILIA?
Sí, señores. La noticia de la que se hace eco hoy el Corriere della Sera es, cuanto menos, inusual y escalofriante, no apta para corazones delicados ni nervios sensibles.
Un servidor se ha desplazado hasta Via dei Prefetti, donde vive la familia de Claudio P., un joven estudiante de Psicología en la Sapienza de Roma, para desvelar el dolor desgarrador que sufren todos los miembros de la familia desde que, en vísperas de la festividad de los Santos, recibieron la más insólita de las noticias.
Todo comenzó en diciembre de 2010, cuando Pietro P., hermano menor de Claudio, dejó este mundo para siempre en un brutal accidente cuando viajaba de Nápoles a Catanzaro, donde se reuniría con su novia, estudiante de dicha ciudad. Desde entonces, la vida de la familia no ha sido la misma, y todos parecían haberse sumido en la peor de las angustias, especialmente el joven Claudio, a quien su hermano estaba bastante apegado.
Mas por sí, la noticia no tendría nada de escalofriante de no ser por lo sucedido en la mañana del 1 de noviembre de este año, cuando el joven Claudio decidió rencontrarse con una amiga ausente durante los últimos tres años.
La joven, que no ha querido que sus datos trascendieran a los medios, se citó con Claudio en Piazza Navona sin tener idea alguna de lo ocurrido un año antes en una vieja carretera secundaria al sur de Italia.
Así, según nos cuenta un destrozado Claudio, la joven dio los usuales dos besos y afirmó haber visto la tarde anterior al hermano fallecido. ¿Una broma de mal gusto? Todo indica que no.
Al parecer, la joven estaba bastante bien informada de la vida de Claudio y su familia ya que, según el propio Claudio, había mantenido una larga conversación la noche anterior con el ánima del difunto.
“Aseguró que vio a mi hermano algo extraño, como nervioso por una razón no llegaba a comprender […] Cuando le pregunté cómo vestía, me lo describió con la misma ropa con la que murió”. Entre sollozos, el joven nos explicó que su hermano había preguntado por el estado de la familia, especialmente por el de su “querido hermano, al que hacía días que no veía”. Según nos cuenta, a la joven le pareció una pregunta bastante extraña, por lo que optó por reír. En ese momento, nos dice, el supuesto espíritu del difunto arrancó en lágrimas y se fue corriendo.
Este diario ha tratado de entrevistar a la joven, pero ésta se ha negado tras afirmar que lamenta enormemente haber abierto las heridas de la familia, y asegura encontrarse muy asustada ahora que ha conocido la verdad”.
Esa fue la noticia. En ella había una fotografía de Claudio sosteniendo un retrato de su hermano menor, que no reproduzco aquí por respeto a la familia. Descanse en paz.